Jorge Amancio Pickenhayn
¿Para qué sirve la Geografía?
Básicamente, para estar bien parado. En todo sentido. Sirve para reconocer el
sitio desde donde miramos lo que nos rodea. No sólo en lo inmediato (y esto ya
no es poco) sino en todos sus alcances metafóricos: nuestro lugar en el mundo.
La Geografía es una ciencia madre que nos proyecta en el espacio, así como lo
hace la Historia con el tiempo. Esta dimensión nos conduce al desarrollo de
nuestras aptitudes más elementales: detectar puntos, rectas y planos, la
distancia y la profundidad. Pero volviendo a las metáforas, lo que nos rodea es
el paisaje, la sociedad, el entorno todo. Cuando nos apropiamos de la geografía
circundante la transformamos en nuestra familia, nuestra comarca, nuestra
comunidad, nuestra nación, nuestro continente, nuestro planeta. Por eso los
antiguos decían que era la descripción de la Tierra (en el sentido más amplio)
permitiéndonos conocer lo cercano pero también todo aquello que a veces está
lejos y que a menudo no resulta accesible. También la Geografía es la
herramienta principal del gobernante, como decía el filósofo griego Estrabón
allá por la época de Cristo, adelantándose a la idea de que en una democracia
cada ciudadano es un potencial gobernante.
La ciencia imprescindible
Lo dicho resume por qué la Geografía es una ciencia imprescindible, que nunca debería desaparecer de la currícula en todos los niveles educativos. Hay materias como Química, Matemática, Historia, Biología, Sociología, que llevan el nombre de la ciencia que predican. Esas son fundamentales y allí no puede faltar la Geografía. Otras, como Estudio de la realidad económica, Protección ambiental, Producción ganadera, Servicios sociales y algunos otros nombres de fantasía, son eventuales y existen para cubrir espacios curriculares en campos especiales que, si observamos detenidamente, apenas replican lo que ya está presente en las ciencias esenciales (que son las que se escriben con mayúscula).
Hay una especie de capricho por instalar nombres complicados, como si esto “modernizase” la educación. En realidad esta manía provoca el efecto contrario: las disciplinas cliché no tardan en pasar de moda y mientras tanto quedan desplazadas las ciencias fuertes.
Hay una especie de capricho por
instalar nombres complicados, como si esto “modernizase” la educación. En
realidad esta manía provoca el efecto contrario: las disciplinas cliché no
tardan en pasar de moda.
Las instituciones educativas de
un país no pueden estar desprevenidas. Si desaparece la Geografía peligra la
formación elemental del ciudadano, que tiene profundas raíces en su espacio de
pertenencia. Cuando esto ocurre deja de haber conciencia de los recursos
ambientales, y se descuida el compromiso por la protección de la naturaleza. Se
desconocen las potencialidades de la economía, pero, básicamente, los derechos
y deberes que nos asisten a todos como sociedad organizada. Este complejo de
interacciones es el que los profesores de Geografía les enseñan a conocer y
manejar a sus alumnos, futuros mariscales de la democracia.
Al contrario. Es necesario que la comunidad pedagógica piense con seriedad en los hombres y mujeres de mañana que serán conductores a no más de 20 años de distancia. Para cada uno de ellos tendrá importancia haber sido alguna vez el discípulo de un gran “profe” de Geografía que lo haya llevado de la mano no sólo por el mundo, sino por ese entorno en donde aprendió a conectarse con sus semejantes y a dialogar con la naturaleza. Los orientales merecen tener una Geografía fuerte y profunda que enaltezca el bagaje que imperiosamente necesitan sus nuevas dirigencias. FUENTE: LA DIARIA
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