domingo, 5 de abril de 2020

Conociendo algo de QUITO


Quito, el secreto mejor guardado (entre volcanes) de Sudamérica
Autora: ANA MARÍA PAREJA
En la capital ecuatoriana las rosas son perfectas, la música melancólica y la cocina un homenaje a las tradiciones. El que podría ser el secreto mejor guardado de Sudamérica asombra con su célebre casco histórico, repleto de iglesias, y sorprende con una de las escenas creativas más vibrantes del continente.

 Vista de Quito con el volcán Cotopaxi al fondo.

A Quito -la primera en ser declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco- hay que empezar a descubrirla por su corazón: el centro histórico. Reconocido como el más grande y mejor preservado de Latinoamérica y enclavado entre volcanes andinos, es un precioso laberinto de plazas y empinadas callejuelas.
Para captar el espíritu, mitad indígena mitad hispano, que caracteriza su cultura hay que sumergirse en esa cuadrícula colonial en busca de sus tesoros escondidos y patearse todas sus calles entre fachadas barrocas, palacios, casonas de piedra tallada, campanarios y cúpulas. De estas últimas destaca la del convento de Santo Domingo que ofrece una panorámica estupenda de la ciudad.
Recorrer las 17 plazas, 40 iglesias y 16 conventos del centro es misión imposible para una visita corta. Si hay que elegir, nos quedamos con el monasterio de San Francisco, conocido como El Escorial del Nuevo Mundo y considerado el conjunto arquitectónico de mayor dimensión dentro de los centros históricos de toda América; en sus trece claustros y tres templos, atesora más de 3.500 obras de arte colonial.
También dejamos tiempo para la Basílica del Voto Nacional, el templo neogótico más grande del continente y un mirador estratégico del casco histórico y del norte de la ciudad, y para la calle García Moreno, conocida como la de las Siete Cruces por su cantidad de iglesias, entre las que destaca la de la Compañía de Jesús, cumbre del barroco en América.

CALLEJEAR POR EL CENTRO

El centro neurálgico de la ciudad, la Plaza Grande, enamora con su pintoresca estampa y con todo el bullicio de la vida capitalina. Allí, la visita obligada es a la Catedral Metropolitana, uno de los templos más antiguos de Sudamérica y con una interesante fusión de estilos: arcos góticos, techos moriscos, naves barrocas, coro neoclásico y esculturas coloniales.


La Plaza Grande de Quito.

Deambulando por su entramado de callejuelas llegarás sin darte cuenta a La Ronda, popularmente conocida como la calle bohemia de Quito. En su época dorada, los años 30, era lugar de encuentro de poetas, músicos, pintores y literatos. Hoy es ideal para empaparse de las tradiciones locales, en medio de un hervidero de tiendas de artesanías, restaurantes de comida típica y bares donde probar el famoso canelazo, (Cóctel caliente de canela y agua ardiente)
Para admirar Quito en su plenitud puede subirse a cualquiera de sus nueve miradores. El más famoso es El Panecillo, coronado por la preciosa Virgen de Quito, el monumento de aluminio más grande del mundo.

Escultura de aluminio de la Virgen de Quito en El Panecillo.

Sin embargo, las mejores vistas son desde el volcán Pichincha, a 4.100 metros de altura. Si el día está despejado se alcanzan a ver los nevados de Cayambe, Antisana y Cotopaxi. No te preocupes por la subida, por sus laderas funciona el Teleferiqo (con q de Quito), que en cuestión de diez minutos te lleva hasta Cruz Loma.

CIUDAD AUDAZ Y MODERNA

Más allá del Quito tradicional desparramado por las faldas del Pichincha, existe un Quito trendy y moderno con una movida cultural como ninguna. El barrio La Floresta es hogar de una creciente comunidad de cineastas, escritores y artistas que han poblado las calles de vistosos murales y graffitis. En él destaca el Ochoymedio, un cine independiente donde ver películas alternativas con una copa de vino.

El Teleferiqo de Cruz Loma.

Otro barrio que es sinónimo de vanguardia es La Mariscal, dominado por cafés, bares y restaurantes, perfectos para terminar la noche y por el Mercado Artesanal, con una interesante selección de productos típicos andinos como ponchos o adornos de plata. Tras la cena, déjate llevar por la gente hacia la Plaza Foch, el centro de la jarana nocturna capitalina.
La hora de la comida es sagrada en la casa de un quiteño, y un solo plato no es suficiente. Su cocina tradicional, influenciada por la herencia andina, tiene ingredientes como el mote, la patata y el cerdo, y salsas tan inesperadas como la de maní.
Calle del barrio La Mariscal.
En restaurantes como Casa Warmi en el barrio La Floresta, Achiote en La Mariscal o Nuema en el barrio San Marcos se esfuerzan por aunar la modernidad con la tradición, empleando técnicas creativas en los platos de siempre. No hay que perderse un buen hornado (cerdo entero cocinado al horno por varias horas), un ceviche ecuatoriano (de gambas y tomate) o el famoso cuy (conejillo de indias) que no falta en las celebraciones especiales. Y para cerrar con broche de oro el helado de paila de fruta fresca es la mejor opción.

 SOUVENIRS GASTRONÓMICOS
Si hay algo por lo que es famoso Ecuador es por sus interesantes souvenirs en forma de sombreros de paja toquilla -a.k.a sombrero Panamá- ponchos, bordados y flautas andinas. Aunque también están esos que nos llevamos en el estómago en forma de sabores, que al recordarlos vuelve y se nos hace agua la boca.
El chocolate, uno de los más finos del mundo y merecedor de varios premios internacionales, es el primero de esta clase que se nos viene a la mente; aunque también está la cerveza artesanal.
Los quiteños ya no van de bar en bar sino de cervecería en cervecería y en la ciudad hay un boom de microempresas que quieren recuperar la receta artesanal, que en el siglo XVI trajeron los frailes franciscanos a Quito.

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