jueves, 31 de julio de 2025
miércoles, 30 de julio de 2025
Un potente terremoto de magnitud 8,8 que se produjo a unos 130 km de la costa este de Kamchatka, en Rusia, desató alertas de tsunami en todo el Pacífico.
El sismo ocurrió a las 11:25 am de este miércoles (hora local), cuando debido a la diferencia horaria aún era martes por la noche en el continente americano.
El terremoto se registró a unos 18km de profundidad y causó unas olas que alcanzaron los 1,09 metros en California, de acuerdo con el Centro Nacional de Alerta de Tsunamis de EE.UU.
También se registraron olas en las costas de Japón, donde fue evacuada la planta nuclear de Fukushima, y en Hawái, donde las alertas de desalojo ya han sido canceladas.
¿Por qué los tsunamis pueden ser casi tan rápidos como un avión de pasajeros?
Cuanto más profunda es el agua, más rápido se mueven las olas de un tsunami.
Un tsunami puede viajar a más de 800 km/h en las profundidades oceánicas, casi tan rápido como un avión de pasajeros.
En aguas profundas, la distancia entre olas es muy grande y las olas no son muy altas; rara vez superan un metro.
Si estuvieras en un bote en las profundidades oceánicas, podrías no notar un tsunami al pasar por debajo.
Pero a medida que un tsunami entra en aguas poco profundas cerca de la tierra, su velocidad disminuye, a menudo a entre 32 y 48 km/h.
La distancia entre las olas se acorta y las olas crecen en altura.
Esto puede convertirse en un muro de agua, provocando inundaciones potencialmente devastadoras.
Un tsunami llega a la costa en forma de una serie de crestas y valles (las partes más altas y más bajas de la ola).
Si el valle llega primero, el agua puede retroceder repentinamente antes de llegar a tierra.
Cómo una placa que desaparece podría haber causado el terremoto
La península de Kamchatka es remota, pero debajo de su superficie ocurre mucho.
Recuerda que la superficie de la Tierra está dividida en secciones llamadas placas. Justo frente a su costa, la placa del Pacífico se mueve hacia el noroeste y entra en contacto con otra placa más pequeña, llamada la microplaca de Okhotsk.
La placa del Pacífico es oceánica, lo que significa que tiene rocas densas y tiende a hundirse debajo de la microplaca.
A medida que la placa del Pacífico se hunde hacia el centro de la Tierra, se calienta y comienza a fundirse — efectivamente desaparece.
Pero este proceso no siempre es suave; a menudo las placas pueden atascarse mientras se deslizan una junto a la otra, y la placa superior es arrastrada hacia abajo. Esta fricción puede liberarse de repente, causando que las placas reboten.
Este rebote provoca un terremoto megasísmico.
Los terremotos más grandes registrados en la historia, incluyendo los de Chile, Alaska y Sumatra fueron todos terremotos megasísmicos.
Este movimiento fuerza hacia arriba el océano que está sobre él y desplaza un gran volumen de agua. Esta parte elevada del océano luego se propaga hacia afuera, lo que supone el inicio de un tsunami. Fuente_ BBC Noticias Mundo
sábado, 26 de julio de 2025
Allí donde el mar impone condiciones extremas, el manglar responde con estrategias de adaptación.




viernes, 25 de julio de 2025
Julio25 de 2025
Inteligencia artificial y educación: trabajo internacional pone al Plan Ceibal de ejemplo sobre cómo aprovechar las tecnologías
Héroe nativo al
rescate: investigación revela cómo un árbol autóctono podría ayudarnos a
detener al invasor ligustro.
El ligustro está asfixiando los
bosques nativos del país, pero una investigación de ecólogos de la Facultad de
Ciencias, realizada en el “último monte natural de Montevideo”, encontró un
aliado inesperado: el árbol autóctono sombra de toro, capaz de hacer frente a
esta especie exótica invasora.
En Melilla, dentro del Área
Protegida Humedales de Santa Lucía, queda el relicto más austral de los bosques
primitivos que antaño ocupaban las barrancas del oeste del departamento de
Montevideo. En los años 80, el botánico Eduardo Alonso visitó el lugar, ubicado
entre la cañada Pajas Blancas y el arroyo Melilla, y describió con detalle su
flora. Tras analizar la Carta Forestal, mapas y fotografías aéreas, Alonso lo
definió como “el último monte natural del departamento de Montevideo”.
A mediados de los 80, el botánico
Héctor Osorio visitó también este sitio para describir sus líquenes y lo
definió como un ecosistema inalterado, el único en esas condiciones en la
capital. Advirtió, sin embargo, que las chacras que rodeaban el lugar y la
creciente urbanización podían provocar un “importante deterioro en el futuro
cercano”.
Cuando muchos años después el
ecólogo Alejandro Brazeiro, vecino del lugar, visitó el bosque en una salida de
campo del curso de ecología y conservación de bosques de la Facultad de Ciencias,
la zona estaba ya bajo el cuidado de guardaparques del área protegida y con
medidas de monitoreo.
Pese a esas buenas noticias,
Alejandro notó enseguida que aquel no era ya el ecosistema inalterado que
elogiaban los botánicos de los 80. Aunque se habían tomado medidas para evitar
el deterioro tan temido, buena parte del bosque estaba dominada por una especie
exótica invasora, de efectos letales sobre los árboles nativos: el ligustro
(Ligustrum lucidum). En tan sólo 30 años, este invasor asiático se las había
ingeniado para ingresar al bosque prístino de Melilla y asfixiar en algunas
partes las especies autóctonas, como si fuera un enviado de la mafia que llega
a tomar el control de un barrio.
El ligustro tiene un montón de
virtudes que lo vuelven mortífero para las especies nativas. Es muy tolerante a
distintos tipos de ambiente y rangos de temperatura, es excelente dispersándose
(produce más semillas y frutos que los árboles que suelen habitar nuestros
bosques) y crece muy alto y muy rápido. Como resultado de esto, termina
ahogando a otros organismos vegetales al acaparar el acceso a la luz, rasgo que
define el funcionamiento de los bosques. Si se le da tiempo suficiente puede
convertirse prácticamente en el único habitante en pie en ellos.
Como solemos decir en cada nota
sobre invasiones biológicas, el ligustro no tiene la culpa de sacar ventaja de
ambientes poco preparados para lidiar con él. Llegó aquí gracias al comercio de
plantas hace al menos 175 años y desde entonces se ha expandido por Uruguay aprovechando
las actividades humanas. Tal como lo demostró un trabajo realizado por el
propio Brazeiro y colegas, ya está presente en el 13,4% de los bosques nativos
del país.
A los ojos de Alejandro, sin
embargo, aquel bosque de Melilla era mucho más que una nueva víctima del
ligustro; constituía también un excelente laboratorio para entender cómo esta
especie temida, hoy en día presente en todos los continentes menos la
Antártida, se propaga a pequeña escala. Comenzó a ir allí junto con estudiantes
y también colegas para realizar monitoreos y trabajos prácticos en coordinación
con los guardaparques, centrados en el análisis de la regeneración de esta
especie. Y notó pronto que un extraño patrón emergía.
Y ahora, ¿quién podrá ayudarnos?
Los investigadores se enfocaron
en lo que sucedía en tres etapas de crecimiento: las plántulas (individuos de
menos de diez centímetros de altura), los plantines (entre 10 y 50 centímetros
de altura) y finalmente los juveniles, que iban desde medio metro hasta unos
dos metros de altura. “Intentábamos entender cuánto influía en su propagación
la fuente de semillas, es decir, la distancia que los separaba de los tres
ligustros adultos más cercanos”, explica Alejandro Brazeiro en la Facultad de
Ciencias.
Para eso, fueron delimitando parcelas (llamadas más específicamente rodales) en las que analizaron la densidad de ligustros y otras especies en estas tres etapas de crecimiento. En ese proceso notaron que no todo el bosque se encontraba en las mismas condiciones. Había rodales en los que predominaban los ligustros adultos y que carecían prácticamente de vegetación en el suelo, otros en los que el dosel estaba dominado por coronilla (Scutia buxifolia), y otros con presencia mayoritaria de sombra de toro (Jodina rhombifolia), caracterizados por un dosel más abierto y con mayor cobertura herbácea en el suelo.
“Empezamos a ver una tendencia.
Si observábamos un rodal con presencia de sombra de toro, por más que hubiera
un ligustro medio cerca, no encontrábamos mucha densidad de plántulas y
juveniles de ligustro. En cambio, si era un rodal de coronilla, el ligustro
entraba sin problemas. Dijimos: acá algo pasa”, sigue Alejandro.
En el trabajo confirmaron la
impresionante capacidad de propagación del ligustro, pero también se
sorprendieron con la resistencia inesperada que le presenta el sombra de toro,
que tiene algo importante para decir en todo este lío.
Siga la luz
En su investigación, Alejandro y
sus colegas delimitaron 48 parcelas de dos metros por dos metros en el bosque y
las dividieron en cuatro categorías, de acuerdo a sus características: con
dominación de coronilla en el dosel, con dominación de sombra de toro, con
dominación de ligustro, y, por último, zonas controladas (parcelas donde los
ligustros adultos habían sido cortados diez años o dos años antes del estudio).
Su objetivo fue entender cómo
nacían nuevos ligustros en estos cuatro tipos de parcelas, centrándose en las
tres etapas de crecimiento ya mencionadas.
Antes de llegar específicamente a
eso, vale la pena repasar algunos resultados preocupantes y también bastante
impactantes de su análisis. Al estudiar la composición de esos pequeños árboles
que conforman la comunidad de regenerantes del bosque, identificaron 16
especies, la mitad de ellas exóticas. Ninguna de estas últimas estaba presente
en los años 80, según la lista del botánico Alonso. El ecosistema completamente
inalterado ya era más nostalgia que otra cosa.
Dentro de estas especies, el
ligustro es rey. O, más que rey, un dios omnipresente. En la categoría de
plántulas, la densidad de ligustros fue entre 100 y 1.000 veces superior a la
de todas las demás especies sumadas. Por supuesto que la mayoría de estas
plántulas no sobreviven, porque la lucha por alcanzar la luz es ardua y sólo
unos pocos árboles llegan a la adultez (según su estudio, sólo 2,2% de estos
ligustros llegan a la fase juvenil), pero estos pichones de ligustro conforman
un ejército de reserva admirable. Si un árbol cae y deja su lugar, hay una
altísima posibilidad de que sea un ligustro quien lo ocupe.
“Eso significa que en un metro
cuadrado de bosque capaz que tenés 100 o 200 plantulitas de ligustro y una sola
especie nativa, sin importar cuál”, ilustra Alejandro.
La fruta no cae lejos del árbol
En resumen, el ligustro
representó cerca del 99% de los ejemplares más jóvenes analizados en el sondeo,
y cerca del 88% entre los plantines y los juveniles. Su capacidad reproductiva
es impresionante. Un solo ligustro puede generar entre 100.000 y diez millones
de semillas en un año.
Pero el ligustro no avanza de
esta manera portentosa por todo el bosque, porque si fuera así las tendríamos
cubriendo toda la superficie en un gran monocultivo, como las plantas invasoras
de la novela de ciencia ficción Los genocidas, de Thomas Disch.
En su trabajo, los investigadores
comprobaron que esta densidad depende mucho de la cercanía con el árbol madre.
“Hay dos mecanismos para su expansión. Uno es a larga escala, a centenares de
metros o a kilómetros. El ligustro llega a un bosque nuevo porque un ave
transporta la semilla, o lo hace con ayuda del ganado, o porque algún ser
humano la traslada sin querer, en la ropa o un vehículo. Pero una vez que un
ligustro llega a adulto allí, impulsa una gran acumulación de semillas que
crecen sólo en diez metros a la redonda del árbol. El avance pesado, entonces,
es lento”, dice Alejandro.
Esta característica, tal cual
apunta el trabajo, brinda algunas oportunidades para manejar la invasión, sobre
todo cuando las propias especies nativas se resisten a la llegada del ligustro.
Torazo en rodeo propio
En su estudio, los investigadores
encontraron “diferencias notables” en la densidad de ligustros según el tipo de
árbol preponderante en cada zona. En los rodales con dosel dominado por
ligustro y por coronilla, la densidad de las plántulas de ligustro era muy alta
(especialmente en los primeros). En los dominados por el sombra de toro, sin
embargo, la presencia de plántulas fue “drásticamente menor”, considerando en
los tres casos la misma distancia de las plántulas con los árboles madre más
cercanos.
Que este mismo patrón se
repitiera en las tres etapas de crecimiento estudiadas “sugiere que la
supervivencia del ligustro se reduce por las condiciones ecológicas de las
zonas de bosque de sombra de toro”, dice el trabajo. “Nos tomó por sorpresa, no
teníamos idea de esto”, remarca Alejandro.
Tras descubrir este patrón en el
bosque de Melilla, decidieron corroborar las observaciones con un experimento.
Hicieron un seguimiento a unos 1.000 ejemplares juveniles de ligustro en los
distintos tipos de bosque durante un período cercano a tres años.
“Lo que hicimos fue marcar con
cintitas estos individuos y seguirlos durante ese tiempo. Efectivamente vimos
que hay mortalidad en todos lados, lo que es esperable, pero la mortalidad
dentro de los rodales con sombra de toro fue significativamente mayor”, apunta
Alejandro. Alguien, al fin, le estaba haciendo frente al matón del barrio.
“Algún proceso de resistencia del
ecosistema actúa en las partes de bosque con Jodina rhombifolia, lo que se
traduce en una menor tasa de reclutamiento de plántulas y una mayor mortalidad
de platines y juveniles. Hasta donde sabemos, esta es la primera vez que se
documenta evidencia de resistencia biótica ejercida por Jodina rhombifolia
sobre la regeneración del ligustro”, afirma el trabajo.
Como la proverbial aldea de galos
que resistía la invasión romana en los cómics de Asterix, ¿el sombra de toro
guarda algún secreto que explique su resistencia al ligustro? Los
investigadores proponen dos mecanismos no excluyentes que podrían estar
actuando, que sería interesante verificar en futuros estudios.
La primera hipótesis sugiere que
la vegetación herbácea en las zonas de bosque dominadas por sombra de toro
sería la responsable de limitar al ligustro. El dosel con sombra de toro es más
abierto y deja pasar más luz al piso del bosque, que por lo tanto suele tener
más cobertura herbácea que las parcelas dominadas por otros árboles. Estudios
previos hechos en Argentina han mostrado que los pastizales limitan fuertemente
la emergencia de plántulas de ligustro y de otras exóticas.
La segunda hipótesis ya apunta a
un papel activo del propio sombra de toro. Una característica notable de esta
especie es que es un árbol hemiparásito, “capaz de extraer agua y nutrientes
minerales de plantas hospedadoras mediante conexiones en las raíces”, dice el
artículo. Bajo tierra, “roba” al vecino recursos esenciales para sobrevivir.
Experimentos han comprobado que especies nativas con estas mismas
características son capaces de afectar a plantas exóticas, que no han
desarrollado defensas o tolerancia para tal comportamiento.
Además de dejar planteada la
posibilidad de investigar con más detalles las armas ocultas del sombra de toro
ante el invasor, el trabajo de Alejandro y sus colegas aporta otro dato
fundamental para detener el avance de este asesino serial de bosques nativos.
¿Control machete?
Los investigadores también
analizaron la regeneración de ligustros en los rodales controlados; es decir,
aquellos en los que se mataron ligustros adultos hace ya diez años y dos años.
Comprobaron que en los rodales
controlados hace diez años la densidad de plántulas de ligustro se redujo un
89%, en promedio, en comparación con los rodales en los que no hubo
tratamiento. También se redujo la densidad de plantines. Eso parece una buena
noticia, pero cuando verificaron qué ocurría con los ligustros juveniles, la
situación se revirtió drásticamente: había allí muchos más que en los rodales
no controlados y ya dominados por ligustro. El remedio estaba resultando peor
que la enfermedad.
“Estos experimentos de control
nos muestran que no basta con matar los ligustros adultos, que son la fuente de
semillas. Por lo menos durante dos años o tres hay que ir regularmente y
eliminar las plántulas que surgen de las semillas aún activas”, aclara
Alejandro.
Cuando un enemigo se va...
jueves, 24 de julio de 2025
Cómo la construcción de gigantescas represas ha desplazado los polos magnéticos de la Tierra (y qué implicaciones tiene)
Entre 1835 y 2011 en el planeta se construyeron cerca de 7.000 represas, algunas con el fin de garantizar el uso de agua potable, y otras para generar energía eléctrica o evitar catástrofes naturales.
Pero todas ellas se hicieron con un principio común: el almacenamiento de agua. Y con ello se creó un peso adicional en ciertas zonas del planeta.
Un estudio publicado este mes en la revista de la Sociedad de Geofísica de EE.UU. (AGU, por sus siglas en inglés) y realizado por un grupo de investigación de la Universidad de Harvard, concluyó que ese almacenamiento de agua, que en el siglo XX tuvo su pico más alto, ha desplazado cerca de un metro los polos de la Tierra respecto al eje de rotación del planeta.
A este fenómeno se lo conoce como Desplazamiento Polar Verdadero."Lo importante de este estudio son dos cosas: una es que vemos otra forma en la que la actividad humana afecta a la Tierra y dos, qué efectos tiene en nuestra aproximación al cambio climático, especialmente lo que tiene que ver con los niveles del mar", le explicó al portal científico de AGU Natasha Valencic, líder de la investigación.
Aunque se construyen represas desde al menos hace 3.000 años, el estudio se centra en las modernas, construidas en un lapso de casi 180 años.
Se analizaron un total de 6.862 grandes represas construidas alrededor del mundo y sus métodos de almacenamiento de agua.
"Está claro que no vamos a tener una nueva era de hielo porque los polos se desplacen un metro", explicó Valencic.
"Lo que quisimos ver es cómo la evolución de ese peso extra, ubicado en ciertas zonas del planeta, tuvo un efecto en la rotación de la Tierra", agregó.
Cómo se hizo el estudio
Con los datos recopilados de las represas alrededor del mundo, el estudio buscó responder a dos preguntas: cuánto habían afectado el desplazamiento polar y como estos embalses habían impactado en el nivel de los océanos.
De acuerdo al equipo de investigación, analizaron la cantidad de agua almacenada y el lugar donde habían se habían construido las represas, entre decenas de datos más.
Los científicos señalan que si se pone un peso extra en la capa externa de la Tierra, esta va a girar de forma distinta a la capa interna, donde está ubicado el campo magnético terrestre. Allí es donde se da la diferencia entre los polos y el eje de rotación de la Tierra.
Pero ese cambio no se dio de una manera consistente.
"La primera conclusión a la que llegamos, es que durante la primera mitad del rango de tiempo de la investigación, o sea de 1835 hasta 1954, la mayoría de las represas se construyeron en el hemisferio norte", señala el informe publicado en AGU.
Eso hizo que la desviación del polo Norte fuera de unos 20,5 centímetros.
"Desde 1954 hasta ahora, esta distribución cambió hacia otros lugares del planeta y ese peso extra se redistribuye un poco más", señaló la científica.
Y eso se traduce en una desviación de 57 centímetros de los polos respecto a lo que ya se había observado anteriormente.
El estudio concluyó que en total, la construcción de las represas desde 1835 hasta 2011 hizo que el desplazamiento de los polos fuera de un total de 113 centímetros.
El impacto en los océanos
Los científicos también analizaron el impacto de las represas en el nivel de los océanos.
"Los resultados señalan que los investigadores, de cara al futuro, deben tener en cuenta los embalses para calcular el aumento del nivel del mar", señaló Valencic.
De acuerdo a la investigación, el nivel del mar aumentó un promedio de entre 12 y 17 cm en el siglo XX, pero las represas retuvieron una cuarta parte de esa cantidad.
"Eso es un número importante, teniendo en cuenta que el aumento del nivel del mar no se produce de manera uniforme en todo el mundo", agregó la científica.
Y concluyó: "Dependiendo de dónde se ubiquen las presas y los embalses, la geometría del aumento del nivel del mar cambiará. Ese es otro aspecto que debemos considerar, porque estos cambios pueden ser bastante significativos". Fuente BBC Noticias
miércoles, 16 de julio de 2025
sábado, 12 de julio de 2025
https://documentos.ceibal.edu.uy/portal/2025/05/Ceibal_EIP_Agenda_.pdf
ACCESO A LA AGENDA DEL EVENTO: SEGUNDO Encuentro de innovación pedagógica
22 Y 23 DE JULIO DE 2025
UN encuentro dedicado a reunir a docentes de Uruguay y la región en torno a experiencias potentes en implementación de propuestas innovadoras.
jueves, 10 de julio de 2025
El secreto de la vainilla
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Los micronutrientes son clave para la diversidad y abundancia de insectos en las selvas tropicales
El estudio se ha centrado en la importancia de la disponibilidad de nutrientes teniendo en cuenta la abundancia, la riqueza y la composición de las comunidades de insectos del suelo en las selvas tropicalesLas comunidades de insectos del suelo en las selvas tropicales se encuentran entre las más ricas y complejas, pero los mecanismos que las estructuran siguen siendo en gran parte desconocidos. Identificar si la disponibilidad de nutrientes juega un papel relevante en el ensamblaje de estas comunidades plantea diversos retos debido a los variados requerimientos nutricionales de los insectos. El estudio publicado en la revista científica Ecosphere demuestra que la disponibilidad de micronutrientes como el sodio, el potasio, el magnesio y el calcio es un factor determinante en la estructura de las comunidades de insectos del suelo en las selvas tropicales. Este trabajo lo ha liderado el investigador del CREAF Miquel Ferrín, durante su trabajo de tesis, dirigido por el investigador Guille Peguero del Instituto de Investigación de la Biodiversidad de la Universitat de Barcelona (IRBio) y Josep Peñuelas, investigador del CSIC en el CREAF, con la colaboración de un equipo internacional de científicos.
Entender la biodiversidad invisible
El estudio se ha centrado en la importancia de la disponibilidad de nutrientes teniendo en cuenta la abundancia, la riqueza y la composición de las comunidades de insectos del suelo en las selvas tropicales.
Los investigadores muestrearon 72 puntos en dos selvas tropicales de la Guayana Francesa, recolectando más de 18.000 ejemplares de insectos e identificando 2.634 unidades taxonómicas operativas (OTUs) mediante técnicas de metabarcoding, es decir, la técnica de identificar especies mediante “códigos de barras genéticos” analizados masivamente. Paralelamente, analizaron la concentración de 19 nutrientes en el suelo y la hojarasca.
“Este trabajo nos recuerda que, en ecología, los pequeños detalles —como los micronutrientes— pueden tener grandes efectos”, afirma Miquel Ferrín, primer autor del estudio.
El equipo ha observado que la riqueza de especies aumenta con la concentración de potasio y calcio, mientras que el sodio incrementa tanto la riqueza como la abundancia de algunos grupos como los ortópteros y las cucarachas. En cambio, los macronutrientes como el carbono, el nitrógeno o el fósforo —tan fundamentales para las plantas— no mostraron una influencia significativa en la mayoría de los casos. Esto hace necesario ampliar el marco teórico sobre la variación y las limitaciones de las relaciones C:N:P en los organismos y ecosistemas, incorporando la composición elemental y las concentraciones relativas de las especies, incluyendo así la multidimensionalidad del nicho biogeoquímico.
El estudio también destaca la importancia de analizar las respuestas a escala taxonómica fina, ya que diferentes órdenes de insectos responden de manera contrastada a la disponibilidad de nutrientes. Fuente Notiweb
Las comunidades de insectos del suelo en las selvas tropicales se encuentran entre las más ricas y complejas, pero los mecanismos que las estructuran siguen siendo en gran parte desconocidos. Identificar si la disponibilidad de nutrientes juega un papel relevante en el ensamblaje de estas comunidades plantea diversos retos debido a los variados requerimientos nutricionales de los insectos. El estudio publicado en la revista científica Ecosphere demuestra que la disponibilidad de micronutrientes como el sodio, el potasio, el magnesio y el calcio es un factor determinante en la estructura de las comunidades de insectos del suelo en las selvas tropicales. Este trabajo lo ha liderado el investigador del CREAF Miquel Ferrín, durante su trabajo de tesis, dirigido por el investigador Guille Peguero del Instituto de Investigación de la Biodiversidad de la Universitat de Barcelona (IRBio) y Josep Peñuelas, investigador del CSIC en el CREAF, con la colaboración de un equipo internacional de científicos.
Entender la biodiversidad invisible
El estudio se ha centrado en la importancia de la disponibilidad de nutrientes teniendo en cuenta la abundancia, la riqueza y la composición de las comunidades de insectos del suelo en las selvas tropicales.
Los investigadores muestrearon 72 puntos en dos selvas tropicales de la Guayana Francesa, recolectando más de 18.000 ejemplares de insectos e identificando 2.634 unidades taxonómicas operativas (OTUs) mediante técnicas de metabarcoding, es decir, la técnica de identificar especies mediante “códigos de barras genéticos” analizados masivamente. Paralelamente, analizaron la concentración de 19 nutrientes en el suelo y la hojarasca.
“Este trabajo nos recuerda que, en ecología, los pequeños detalles —como los micronutrientes— pueden tener grandes efectos”, afirma Miquel Ferrín, primer autor del estudio.
El equipo ha observado que la riqueza de especies aumenta con la concentración de potasio y calcio, mientras que el sodio incrementa tanto la riqueza como la abundancia de algunos grupos como los ortópteros y las cucarachas. En cambio, los macronutrientes como el carbono, el nitrógeno o el fósforo —tan fundamentales para las plantas— no mostraron una influencia significativa en la mayoría de los casos. Esto hace necesario ampliar el marco teórico sobre la variación y las limitaciones de las relaciones C:N:P en los organismos y ecosistemas, incorporando la composición elemental y las concentraciones relativas de las especies, incluyendo así la multidimensionalidad del nicho biogeoquímico.
El estudio también destaca la importancia de analizar las respuestas a escala taxonómica fina, ya que diferentes órdenes de insectos responden de manera contrastada a la disponibilidad de nutrientes. Fuente Notiweb
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Isabelino Siede, la primera infancia y la educación como encuentro: “Escuchar al otro como interlocutor”
El pedagogo habló sobre la posibilidad de que las infancias
vayan construyendo ciudadanía desde los primeros años y sobre el vínculo entre
institución educativa y familias en esa etapa.
Isabelino Siede es pedagogo, docente e investigador, y autor
de Entre familias y escuelas: alternativas de una relación compleja (2017). Su
mirada ayuda a comprender las tensiones, posibilidades y sentidos de la
educación contemporánea desde una perspectiva crítica, histórica y comprometida
con los derechos de niños, niñas y adolescentes.
A lo largo de su trayectoria, ha reflexionado sobre la
construcción del lazo pedagógico entre jardines e instituciones familiares, y
sobre el lugar de la infancia en el espacio público. En obras como Familias y
jardines: la experiencia del lazo (2015) y La infancia como ciudadanía desde el
nacimiento (2020), plantea la necesidad de reconocer a los niños como sujetos
de derecho y a las familias como interlocutoras válidas del quehacer educativo.
Con énfasis en la primera infancia, en esta entrevista
abordó temas clave, como las ciudadanías infantiles, las relaciones entre
centros educativos y familias, y la participación infantil desde el nacimiento.
A lo largo de tu trayectoria te has dedicado a pensar las
relaciones entre escuela, familias e infancias desde una mirada crítica y
comprometida. ¿Qué te sigue motivando a investigar y reflexionar sobre estos
temas hoy?
Lo que me sigue motivando es que, a lo largo del tiempo, he
visto que las tensiones en la relación entre escuela y familias no disminuyen
sino que se complejizan. En las escuelas, muchas veces se habla de las familias
en tono nostálgico, como si existiera una familia “de antes” ideal que ya no
está. Sin embargo, cuando miramos históricamente, las familias siempre fueron
diversas, conflictivas, tensionadas. Lo que ha cambiado es nuestra capacidad
para poner en palabras esas tensiones y trabajar pedagógicamente sobre ellas.
Sigo reflexionando porque creo que pensar críticamente estas relaciones es
clave para transformar las prácticas educativas y porque cada contexto nos
presenta nuevas formas de vínculo, desafíos y aprendizajes.
Ciudadanías
infantiles
¿Qué lugar ocupa la participación infantil en la educación
desde el nacimiento?
La participación no es algo que aparece de golpe cuando los
niños aprenden a hablar o a razonar como adultos. Desde el nacimiento, los
niños y niñas expresan deseos, necesidades, preferencias. Participar implica
ser tenidos en cuenta como interlocutores, aunque todavía no hablen con
palabras. Las instituciones educativas deben estar preparadas para leer esas
expresiones, generar espacios donde esas manifestaciones tengan lugar y
sentido, y devolver al niño una respuesta que lo reconozca como sujeto.
¿Cómo se traduce eso en las prácticas cotidianas del jardín?
Escuchar a un bebé también es reconocer sus modos de mirar,
de rechazar una propuesta, de repetir otra con entusiasmo, de buscar o evitar
un vínculo. Las educadoras y los educadores de primera infancia deben entender
que planificar no es imponer, sino proponer, y estar atentos a esas respuestas.
La participación infantil se construye desde esas decisiones pequeñas: si puede
elegir con qué jugar, si se tiene en cuenta su ritmo, si sus gestos son leídos
con sensibilidad. Allí empieza una ciudadanía que no espera a la adultez.
¿Qué implica asumir a los niños y niñas como ciudadanos
desde el nacimiento?
Cuando un chico ingresa al jardín maternal de la mano de
algún familiar, se encuentra por primera vez con un agente público: su maestra.
Es en ese espacio público del jardín donde va a empezar a construir sus
primeras ideas acerca de en qué sentidos somos iguales, en qué sentidos somos
diferentes, qué es lo mío, qué es lo tuyo, qué es lo ajeno, qué es lo
compartido, qué podemos hacer juntos y cómo nos organizamos para lograrlo. Esas
preguntas fundan el ámbito de lo político, de lo colectivo. Y ese tipo de
experiencia, ese tipo de ciudadanía, no puede ser provisto por la familia: es
específico de las instituciones públicas, como los jardines.
¿Qué obstáculos culturales o institucionales dificultan ese
reconocimiento, especialmente en la primera infancia?
Uno de los principales obstáculos culturales tiene que ver
con las representaciones adultocéntricas que aún predominan: la idea de que los
niños y las niñas son sujetos en formación, que todavía no están “listos” para
participar o decidir. Esto limita profundamente su reconocimiento como
ciudadanos desde el nacimiento. Institucionalmente, también hay dificultades:
muchas veces las escuelas no están preparadas para abrir espacios reales de
participación para los niños, y cuando lo hacen, suele ser de forma simbólica o
decorativa. Además, el diseño curricular y los dispositivos de evaluación
tienden a enfocarse más en contenidos que en procesos participativos. Superar
estas barreras implica revisar profundamente nuestras prácticas, nuestras
categorías pedagógicas y también nuestras formas de organización institucional.
Instituciones
educativas, centros y familias
En tu libro trabajás figuras como “la cuña” o “la prótesis”
para pensar la relación escuela-familia. ¿Qué figuras creés que predominan hoy
en los centros de educación infantil?
El primer obstáculo que tenemos al pensar la relación entre
instituciones educativas y familias está en nuestras propias representaciones.
Muchas veces tenemos una imagen idealizada del pasado, como si las familias
hubieran sido siempre armónicas y la relación con las escuelas o los jardines
hubiera sido fluida y sin conflictos. Pero cuando uno indaga un poco más en la
historia, eso no se sostiene. Las familias han sido siempre estructuras
diversas, inestables, marcadas por transformaciones profundas —como las
guerras, las migraciones o los cambios económicos—. En Argentina, por ejemplo,
el siglo XX trajo una transformación fuerte: la familia dejó de ser una unidad
productiva rural para volverse una unidad de consumo urbana, y emergió con
fuerza la autonomía de jóvenes y mujeres frente al poder patriarcal.
¿Y cómo ha sido históricamente pensada la relación entre
escuela y familia?
Si miramos los modelos pedagógicos fundacionales, aparecen
dos grandes enfoques. El primero es el de “continuidad y contigüidad” —como el
que proponen Froebel o Montessori—, donde la buena maestra debía parecerse a
una buena madre, y viceversa. Había como una especie de espejo entre los dos
espacios. El segundo modelo, en cambio, es el de “ruptura y reemplazo”.
Sarmiento o Juana Manso planteaban que había que sustituir la crianza familiar
porque era inadecuada o peligrosa. Así, la institución educativa debía
reemplazar lo que la familia no hacía bien. Ninguno de estos modelos pensaba
una articulación real entre roles distintos pero complementarios.
¿Qué riesgos conlleva una mirada escolar que ubica a las
familias como carentes o subordinadas?
El mayor riesgo es que se reproduzca una lógica de
intervención pedagógica que en lugar de habilitar el diálogo, lo clausure.
Cuando desde la escuela se piensa que las familias “no saben”, que “no pueden”,
que son deficitarias, se las ubica en un lugar de subordinación que
imposibilita una verdadera construcción conjunta. Esto no sólo empobrece el
vínculo educativo, sino que niega las trayectorias, saberes y estrategias que
las familias despliegan cotidianamente para sostener la vida. Muchas veces, el
problema no es lo que las familias hacen o no hacen, sino nuestras
representaciones sobre ellas. Cambiar esas miradas es fundamental para
construir una escuela más justa y democrática.
Relación entre
centros educativos y familia
¿Y qué condiciones debería tener una institución para
construir una relación pedagógica con las familias?
Lo primero es dejar de ver la relación como una carga extra
o una formalidad administrativa. El vínculo con las familias es parte del
trabajo pedagógico. No es sólo para informar, sino para construir acuerdos,
escuchar, proponer, revisar. Y eso implica tiempo, disposición, cuidado.
También supone revisar nuestras propias representaciones sobre las familias,
sus formas de crianza, sus decisiones. Hay que pasar de una lógica de control a
una lógica de reconocimiento y de interlocución.
¿Qué sentido puede tener habilitar espacios de participación
familiar en la planificación institucional?
Habilitar espacios de participación familiar en la
planificación institucional enriquece el proyecto educativo y fortalece los
vínculos entre jardín y comunidad. En lugar de convocar a las familias
únicamente para ejecutar decisiones ya tomadas, se trata de abrir espacios de
diálogo real donde puedan expresarse sus intereses, preocupaciones y saberes. Esto
implica también reconocer que las familias tienen algo para decir sobre el qué
y el cómo del trabajo pedagógico. Un diálogo curricular con las familias, como
el que se fue dando en muchos jardines durante el tiempo de pandemia, es una
posibilidad potente para construir jardines más públicos, más democráticos y
más significativos para las infancias.
Fuente: LA Diaria
miércoles, 9 de julio de 2025
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COMPARTIMOS EL TRABAJO DE INVESTIGACIÓN
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