Uno de los ejemplos más evidentes
de esta crisis ambiental es la gran mancha de basura del Pacífico, también
conocida como la “isla de plástico”. Se trata de una vasta acumulación de
residuos que se extiende aproximadamente entre la costa oeste de América del
Norte y Japón, en el océano Pacífico Norte.
Su superficie, formada principalmente por microplásticos flotantes, alcanza 1,6 millones de kilómetros cuadrados, según un estudio publicado en Scientific Reports.
Lejos de la imagen de una isla compacta, esta zona es en realidad una “sopa de partículas” suspendidas en la parte superior de la columna de agua. Como señaló la NOAA, la agencia oceánica
de Estados Unidos, “si bien en esta zona se pueden encontrar mayores concentraciones de basura, gran parte de los desechos son en realidad pequeños trozos de plástico flotante que no son visibles a simple vista”.
El origen de estos residuos es variado. Se estima que hasta el 86% proviene de la pesca, según The Ocean Cleanup, mientras que el resto deriva de botellas, redes, envoltorios y otros objetos de uso cotidiano arrastrados por ríos y corrientes oceánicas. El giro subtropical del Pacífico Norte, una de estas corrientes, actúa como una trampa que mantiene los residuos en circulación, lo que dificulta su recuperación.
A pesar de los esfuerzos de limpieza, el problema persiste. The Ocean Cleanup retiró 11,5 millones de kilogramos de basura en 2024 en todo el mundo, pero más del 90% corresponde a microplásticos difíciles de recolectar.
Además, un estudio publicado en Nature Ecology & Evolution observó que especies como briozoos, esponjas y gusanos están utilizando fragmentos de plástico flotante para asentarse y reproducirse en mar abierto, a miles de kilómetros de su entorno natural. Esta colonización fuera de su hábitat original sugiere que los límites biogeográficos que separaban ecosistemas costeros y oceánicos están empezando a desdibujarse como consecuencia directa de la contaminación plástica.
Las especies amenazadas por la contaminación del plástico no habitan solo en el mar Si bien los efectos del plástico sobre tortugas y aves marinas son conocidos, investigaciones recientes revelan consecuencias en especies menos estudiadas. En el marco del Día Mundial del Medio Ambiente, la Fundación Temaikén advirtió sobre la presencia de microplásticos y fibras sintéticas en animales silvestres como tiburones, ranas y caracoles.
En tiburones demersales, aquellos que habitan cerca del fondo oceánico, del Atlántico Norte, más del 70% de los ejemplares analizados contenían fibras sintéticas en sus tractos digestivos.
Estas provienen de ropa, redes de pesca y residuos urbanos. La contaminación por plásticos no es exclusiva del océano: también alcanza a ambientes terrestres y de agua dulce. Fragmentos invisibles llegan a lagos, ríos y suelos, afectando animales que jamás entraron en contacto con el mar. Esta
contaminación silenciosa impacta en cadenas ecológicas completas, incluso en zonas remotas.
Especies como la rana patagónica y el caracol de Apipé también se ven afectadas. Se hallaron microplásticos en ranas de montaña y acumulación de partículas en los tejidos de caracoles
terrestres, con potencial impacto en su comportamiento y reproducción.
“Estos datos nos confirman que el plástico no solo contamina, sino que se incorpora a la vida misma de los animales. Y todavía sabemos muy poco sobre sus consecuencias a largo plazo”,
subrayaron los especialistas de la Fundación Temaikén.
La expansión global de los residuos plásticos plantea un desafío ambiental profundo. Desde el fondo del océano hasta los ecosistemas de alta montaña, sus efectos alcanzan especies conocidas y otras aún poco estudiadas. Abordar esta crisis requiere transformar hábitos y generar conocimiento que permita dimensionar el impacto real de esta contaminación silenciosa.
El Día Mundial del Medio Ambiente fue establecido por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1972. Desde entonces, se consolidó como una de las principales plataformas de movilización internacional a favor del ambiente. Su organización está a cargo del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). Cada año, un país diferente actúa como anfitrión, y en esta edición es el turno de Corea del Sur.
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