INTERESANTES ARTÍCULOS Fuente NOTIWEB MADRID marzo 2021
Cantidad real de dióxido de carbono emitido por el permafrost ártico
Las emisiones de dióxido de carbono (CO2) asociadas al descongelamiento del permafrost ártico pueden ser mucho mayores de lo creído
El permafrost o permahielo es básicamente hielo mezclado con partículas minerales, pero acoge también materia orgánica. Se estima que 1,7 billones de toneladas de materia orgánica, acumuladas durante miles de años, están contenidas en el permafrost de la Tierra. Dado que el permafrost conforma una capa que queda resguardada de los rayos del Sol por ser subterránea, y de ese modo buena parte del material permanece congelado de manera ininterrumpida, y por tanto inmovilizada, durante miles de años, existe el temor de que el calentamiento global promueva la descongelación de grandes cantidades de permafrost y que ello se traduzca en vastas emisiones extra de dióxido de carbono (un gas con efecto invernadero) a la atmósfera. Una nueva investigación ha tenido por objetivo calcular cuánto dióxido de carbono puede emitirse a la atmósfera por esta vía.
El equipo internacional de Carsten W. Müller, de la Universidad de Copenhague en Dinamarca, ha llegado a la conclusión de que las emisiones de dióxido de carbono (CO2) asociadas al descongelamiento del permafrost ártico pueden ser mucho mayores de lo creído.
De hecho, el calentamiento global ya está provocando que el suelo congelado de las tierras árticas, muy rico en permafrost, se vaya descongelando y liberando el CO2 que ha estado almacenado en él durante miles de años. Sin embargo, un fenómeno recientemente descubierto provocará que de la materia orgánica del permafrost se libere una cantidad de CO2 mayor que la calculada previamente. La clave está en un carbono al que hasta ahora se había considerado inmovilizado de modo permanente por el hierro.
Se estima que la cantidad de carbono almacenado que se une al hierro y se convierte en CO2 cuando se libera es entre dos y cinco veces la cantidad de carbono que se libera anualmente a través de las emisiones generadas por el uso humano de combustibles fósiles.
Se sabe desde hace tiempo que los microorganismos desempeñan un papel fundamental en la liberación de CO2 cuando se funde el permafrost. Los microorganismos que se activan al descongelarse el suelo actúan sobre la materia vegetal muerta y otros materiales orgánicos, provocando la emisión de gases con efecto invernadero, como el metano, el óxido nitroso y el dióxido de carbono.
La novedad es que se creía que el mineral de hierro fijaba el carbono incluso cuando se descongelaba el permafrost. El nuevo estudio demuestra que las bacterias desactivan la capacidad de retención de carbono del mineral de hierro, lo que provoca la liberación de grandes cantidades de CO2. Se trata de un descubrimiento bastante inesperado.
Tal como explica Müller, ciertas bacterias utilizan los minerales de hierro como fuente de nutrición. A medida que se alimentan, los enlaces químicos que habían mantenido atrapado al carbono se destruyen y este se libera a la atmósfera como gas de efecto invernadero.
Los autores del estudio advierten que no está claro cuánto carbono adicional del suelo podría liberarse a través de este mecanismo recién descubierto, por lo que se necesitará investigar más.
El estudio, titulado “Iron mineral dissolution releases iron and associated organic carbon during permafrost thaw”, se ha publicado en la revista académica Nature Communications.
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Afirman haber hallado pruebas de una capa desconocida en el interior de la Tierra
Nuestro planeta contaría con un núcleo aún más interno
Una misteriosa y desconocida capa en el centro de la Tierra. Aunque parezca una idea sacada de una novela de Julio Verne, en realidad es la teoría que sostiene un equipo de investigadores de la Universidad Nacional de Australia (ANU), que aseguran haber confirmado la existencia de un «núcleo interno más interno» en el interior de nuestro planeta. Y no solo eso: esta nueva zona tendría importantes implicaciones en la formación terrestre, ya que según los autores, su presencia indicaría que se habrían producido dos enfriamientos distintos (y no solo uno, como se pensaba hasta ahora) a lo largo de nuestra historia. Los resultados acaban de publicarse en ' Journal of Geophysical Research: Solid Earth'.
La teoría dominante actual señala que hace 4.600 millones de años nuestro planeta era una gran esfera de polvo cósmico y gases unidos por la atracción gravitacional. La contracción de esos materiales y la radiactividad de los elementos más pesados provocó que se calentara, fundiéndose unos 600 millones de años después por la influencia de la temperatura y la gravedad.
Más tarde, en un periodo hace entre 500 y 2.000 millones de años atrás -los científicos aún no han llegado a un acuerdo-, se empezó a enfriar, lo que provocó la diferenciación entre la corteza, el manto y el núcleo interno y el externo. Los silicatos más ligeros ascendieron para dar lugar a la corteza y el manto, mientras que los elementos pesados -hierro y níquel- se hundieron y formaron el núcleo.
«Tradicionalmente nos han enseñado que la Tierra tiene cuatro capas principales: la corteza, el manto, el núcleo externo y el núcleo interno», afirma en un comunicado Joanne Stephenson, autora principal del estudio, quien reconoce que esta capa es difícil de observar. Sin embargo, sus propiedades únicas podrían señalar que, efectivamente, ocurrió un segundo y desconocido fenómeno de enfriamiento en la Tierra durante su formación. «Encontramos pruebas que pueden indicar un cambio en la estructura del hierro, lo que sugiere quizás dos eventos de enfriamiento por separado en la historia de nuestro planeta».
En realidad, la idea no es nueva: ya se propuso hace un par de décadas. Investigaciones anteriores indicaban existen cirstales de hierro en lo más profundo del núcleo que apuntan en una dirección de este a oeste, a diferencia del núcleo interno externo, que tiene los cristales que apuntan de norte y sur. Este dato desconcierta a muchos geólogos, y algunas teorías explicaban este fenómeno agregando, precisamente, este núcleo más interno, que ocuparía la mitad del diámetro del núcleo interno general. Pero, hasta ahora, no se tenían datos consistentes para apoyar esta hipótesis.
«Nosotros solucionamos este problema mediante el uso de un algoritmo de búsqueda que rastreó entre miles de modelos posibles del núcleo interno», señala Stephenson. Y así es como observaron que una Tierra con un núcleo aún más interno parecía encajar. «Los detalles de este posible nuevo evento siguen siendo un poco misteriosos, pero hemos agregado otra pieza del rompecabezas de cómo es el núcleo interno de nuestro planeta».